¡Ay! Las traiciones del mundo,
quisieralas yo borrar
y tirarlas,
por un barranco profundo,
que nadie las pueda alcanzar
ya jamás.
Pero al volver el rostro,
surgió ante mi la visión
de un puñal.
Que se acercaba de pronto,
con desleal ambición
y mortal.
Con su filo envenenado
con mentiras y traición
hacia mí,
se encaminaba cargado,
lleno de mala intención
y sentí.
Un dolor en mis entrañas,
y con gran motivación
expresé,
al oír gentes extrañas
de aunque amable condición
os diré.
No creáis al momento
tener cuidado, y escuchar,
sin demás;
que con algún argumento
la espada te pueden clavar
por detrás;
si lo piensas sabiamente,
conmigo acordarás
sin dudas,
que este consejo reciente
si lo aplicas no errarás
ya jamás.
Mª Ofelia
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